Todo empezó un día a finales de verano, entrenando por la Sierra de la Puebla con Carlos y Joaquín que iban a correr la ultra de Madrid. Por aquel entonces sólo tenía en mente correr la Madrid Segovia de 100km. Al terminar el entrenamiento me quedé pensando y me dije: “si éstos se atreven a hacerla, ¿por qué yo no?, para una gran ultra que se hace a las puertas de mi casa…”. Así que al día siguiente pregunté en el foro si alguien no la pensaba correr y Antonio me contestó que le coincidía con el campeonato de España de pesca submarina. Así que arreglamos los papeles y ¡ahí que fuimos!
A nivel de entrenamiento estaba bien, el verano había
sido bueno y llevaba un par de tiradas largas de 30kms, pero sobretodo el mejor
entrenamiento iba a ser los 100kms de la Magovia una semana antes de la Ultra.
La Magovia la acabé en 15h, rodamos tranquilos y pude probar material y
piernas. Durante la semana, entre las dos carreras hice reposo total; tenía las
piernas un poco cargadas y no me atrevía a correr.
Por fin llegó el viernes; la salida era a las 18h pero
nos hacían ir a las 15h para recoger el material. Durante esas 3 horas yo me dediqué
a echar una siesta para intentar llegar lo más descansado posible a la carrera.
Tenían la música a tope, yo estaba de los nervios, pero con los años he
aprendido a no pensar más que en bobadas y quedarme dormido en cualquier sitio.
Poco a poco fue llegando el resto del equipo y me fui espabilando. Ahí
estábamos: Oscar, Joaquín, Carlos y yo, estábamos hechos unos flanes, ni
siquiera el gran UltraLlano se había enfrentado nunca a una carrera tal larga y
con tanto desnivel.
Llegó el momento de la salida. Empecé fuerte, es algo que ya he aprendido de estas carreras, tira al principio para despegarte de los tiempos de corte. Me fui colocando en un grupito de corredores, pero mirando los gemelos que tenían y cómo bajaban de rápido, pronto me di cuenta que estaba en la liga equivocada, así que me fui descolgando esperando a otros compañeros de viaje más afines de camino a Fuenfría.
En Fuenfría fue la primera sorpresa: qué importante son las expectativas que te haces. Pensaba que iríamos por el cómodo camino Smith hasta Navacerrada y resulta que nos metieron por la senda de los Herreros que atraviesa los 7 picos. ¡Menudas subidas y bajadas! el camino me minó la moral, aunque todavía estábamos muy fuertes y podíamos con esto.
Llegando a Navacerrada me cogió Joaquín, pronto
emprendimos la subida a la Bola; ahí me entró el sueño, así que cuando
alcanzamos la pista de hormigón, me puse detrás de un corredor con bastones al
que podía seguir de oído; cerré los ojos y pronto empecé a medio soñar. La
bajada a la bola fue rápida y empezamos a subir a Peñalara. De aquellas, había
dejado a Joaquín y durante la subida me encontré a Ana, una chica Rumana que
iba la primera, muy centrada en ganar. Era difícil guiarse ahí arriba con las
balizas; como yo lo conocía bastante bien, la estuve acompañando un rato. Aquí
cometí 2 errores: uno, pensar que con los manguitos iba a ser suficiente para
aguantar las temperaturas de 5ºC que hacía por toda la cresta hasta el reventón
y 2, ir a un ritmo más flojo que no me permitía entrar en calor. Llegando ya al
reventón, me adelantó Joaquín y según me adelantaba, un escalofrío me recorrió
de arriba abajo, me había dado un corte de digestión. Tuve que parar a un lado...
La bajada hasta Rascafría fue horrible, me abrigué con todo lo que tenía
encima, pero iba tiritando, corriendo como podía para calentarme y cada 2 por 3
tocaba parada.
Por fin llegué a Rascafría, justo coincidí con Joaquín que llevaba un rato en la base de vida que habían habilitado. Me acurruqué, me metí 2 caldos calientes y me eché en la colchoneta; le dije a la doctora que me despertase en 30 minutos. La doctora que era también aficionada al trail, me estuvo contando la etapa siguiente, que no era fácil y que tendría que encontrarme muy bien para salir ahí fuera de noche. Debían ser las 5am cuando abandoné Rascafría y a las 6:00 cerraban el control. Vi por los WhatsApp que Carlos venía muy mal del estómago y que Oscar le estaba acompañando, llegaron a Rascafría sobre las 5:30, Carlos se quedó y Oscar continuó.
Efectivamente la etapa no era fácil, primero nos
metieron por un bosque sin apenas camino marcado, luego unos cortafuegos
interminables para llegar a Calderuelas. Me iba quedando dormido… lo único que
aquí era más difícil cerrar los ojos y al final subía haciendo zetas. Bajando
Calderuelas, ya amaneciendo, apareció un tipo con un todo terreno a decirme que
eso era finca privada, que la carrera no había pedido los permisos. Según me lo
contaba me eché sobre los bastones para aprovechar a descansar y la cara que le
debí de poner que enseguida cambió el guion y me dijo “¿Qué pasa, lleváis mucho
tute?”, se echó a un lado y seguí bajando hasta el siguiente avituallamiento.
Durante el día poco a poco fuimos avanzando hacía los siguientes puntos de control. Ya abandonamos la alta montaña, pero seguíamos enfrentándonos cada 2 por 3 a montañitas bastante majas. Fui dosificando, me eché un compañero de ruta de San Sebastián de los Reyes que andaba a 6 km/h y me pareció buen ritmo. Íbamos un par de horas por delante del tiempo de corte, y mi objetivo era llegar sobre las 23:00 a Bustarviejo donde estaba la otra base de vida y donde podría descansar.
Después del avituallamiento del Lozoya, me encontraba
bien, así que abandoné la compañía y volví a correr. Al llegar al de Garganta
de los Montes, me encontré a Joaquín postrado. Las zapatillas minimalistas, a
las que no estaba acostumbrado, le habían pasado factura y le dolían las
rodillas. Joaquín con el que contaba para esta última parte, se nos
quedaba ahí, Km 102.
Tras el avituallamiento, seguí corriendo 12 km hasta
el de la Cabrera, ahí pedí referencias, el de delante me sacaba 1h30 y a los de
detrás los tenía ya bastante lejos, así que emprendí esta última etapa de 16 km
con 1100 m de desnivel positivo hasta Bustarviejo en tierra de nadie y ya
anocheciendo. El del avituallamiento me avisó: “Cuidado en el Mondalindo que
hay otra carrera balizada, tienes que seguir nuestras balizas que son del mismo
color pero tienen hexágonos dibujados en los reflectantes”
Por la sierra de la Cabrera ya algún gracioso puso una baliza que me hizo bajar toda una colina y volver en dirección contraria, menos mal que todavía era de día y rápidamente me di cuenta de que estaba siguiendo las balizas en sentido contrario. ¡Vaya gracia que me hizo! Luego ya de noche tocaba el imponente Mondalindo, primero por pista y luego subidas a cuatro patas y de esas que parece que ya estás, miras a la izquierda y otra pared, así hasta 3 veces. Cuando ya pensaba que sólo quedaba bajar, de repente me doy cuenta de que las balizas que sigo no tienen hexágonos, vuelta para atrás a ver la última baliza con hexágonos. Después de investigar largo y tendido, llegué a la conclusión de que las balizas con hexágonos desaparecían. Tenía el corazón a mil, una hora estuve dando vueltas volviendo sobre mis pasos una y otra vez, hasta que decidí seguir las balizas de la otra carrera. Me dí cuenta que de vez en cuando entre las otras balizas aparecía una baliza con hexágonos, así que sabía que iba en la buena dirección.
Llegué a Bustarviejo a las 12:00 muy quemado; me
habían quitado una hora de sueño. Comí y me eché a dormir, me puse un
despertador a las 3:45am para salir sobre las 4:00am. Durante la noche, llegó
también Oscar, le saludé y le convencí para que saliésemos juntos. Oscar y yo
debimos ser los únicos que descansamos, el resto según llegaban, salían como
los Walking Dead para enfrentarse a los últimos 50 km de alta Montaña. Yo
prefería usar las 48 h que nos daban y llegar a Cercedilla a la hora de la
comida; el Lunes había que trabajar y durmiendo sería como otra carrera.
Finalmente salimos a las 4:30am. Pronto llegamos a
Carencia y a Morcuera, ahí ya se hizo de día. Nos quedaban los últimos 20 km de
la Cuerda Larga, y luego 8 de bajada de Navacerrada a Cercedilla.
Al salir de Morcuera me encontraba fuerte y decidí
tirar, pero al rato me quedaba dormido en las subidas. Me eché en mitad del
camino para asegurarme que Oscar me veía y saqué otra cabezadita. Seguimos un
rato juntos y enseguida aparecieron Miguel Ángel y Cuca. ¡¡Gracias Chicos!!,
venían con la cabeza fresca, con conversación, justo lo que necesitamos. Yo
tiré con Miguel A y Cuca fue a por Oscar que andaba un poco más atrás.
La cuerda Larga, hizo honor a su nombre y se hizo Laaarga: Bailanderos, las Cabezas, Navalmartín… Llegando al cohete de la bola, me hice un lío con la orientación. MA me indicaba la pista de hormigón que bajada a Navacerrada y yo totalmente trasnochado, le decía que se dejase de tonterías que Navacerrada estaba por el camino de la Maliciosa. Tan convencido estaba que abandoné a MA medio mosqueado con él y tiré hacía la Maliciosa. Cuando ya empecé a bajar el Piornal, me di cuenta de la tontería que estaba haciendo. Me reorienté y mientras volvía vi a Oscar a lo lejos, se había recompuesto y venía como una moto. Corrí hacía él y pronto me encontré también con Rocío que había subido a la bola para acompañarnos.
En Navacerrada estaban todos los nuestros que habían
venido a animarnos. ¡¡Qué momento!! Éramos los héroes y estábamos a punto de
tocar la Gloria. Oscar apenas podía bajar por rodillas así que yo partí en
cabeza con Rocío y Cuca. Iba al trote muy cochinero, 7’30’’ el km, es lo que
tocaba...
No sin alguna subida de última hora, por fin llegamos
a Cercedilla y a la Meta. ¡Bien ya estábamos! A las 16:00, un par de horas más
tarde de lo planeado pero lo habíamos conseguido. ¡Éramos Finishers!
Durante el fin de semana te das cuenta que los esfuerzos
y el cansancio son relativos, puedes llevar el cuerpo mucho más allá de lo que
piensas. Aprendes a gestionar estos momentos de bajón, sin pensar en dolores o
echar cuentas de lo que queda, solamente hay que centrarse en llegar a la
siguiente piedra esperando que vuelvan las fuerzas, que siempre vuelven.
Viéndolo con perspectiva ha sido toda una experiencia, el cuerpo y la cabeza
respondieron y porque no, disfruté mucho.
Track del Endomondo:
https://www.endomondo.com/users/8023772/workouts/608006685
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