jueves, 11 de julio de 2013

Crónica de mi primer GTP 110 kms por @mahb73

17.00 horas del 28 de junio de 2013. Por fin llegó el momento para el que llevo preparándome más de 6 meses con los locos de Llévamepronto. El GTP 110 km. Joder, que me tengo que hacer 110 kms… nunca me he probado en una distancia tan larga y los nervios hacen que me empiecen a entrar dudas sobre si seré capaz de llegar a meta…y sobre todo dentro de las 24 horas que nos llevará terminarla y que hemos calculado con gran precisión haciendo la cuenta de la vieja.



Bueno, al lio, alejo esos pensamientos negativos de mi cabeza, hago un último recuento del material que tengo que llevarme y empiezo a colocarlo en la mochila. Primera sorpresa, no me cabe todo en la, como dice Cuca, mochila tanga…leches, tenía que haberlo comprobado mucho antes…decido no llevar la bolsa de agua y llevar solo un par de botes que superan el mínimo de 1L que nos exige la organización de la carrera, total hay avituallamiento cada 10-12 kms. y pienso que el agua no será un problema. Consigo colocarlo todo, la mochila a reventar, como pesa la jodía…nunca he corrido con tanto peso a la espalda y me da miedo que me llegue a pasar factura durante la carrera.


Hora de irse. He quedado pronto con Óscar y Fernando para subir los tres a Navacerrada y disfrutar del ambiente previo a la salida. El whatsapp echa humo con los mensajes de amigos y familiares deseando suerte. Como me ponga a leerlo no llego, así que cojo mis cosas, los dorsales de Carlos y Lesmes que había recogido con Antonio el día anterior y salgo por la puerta de casa pensando en que la próxima vez que la cruce ya seré un ultrarunner. En ese momento me encuentro con mi hermana y mis sobrinos, que venían a desearme suerte para la carrera. Me repite eso que llevo oyendo de todas las personas a las que he dicho que me apuntaba al GTP110: “Estáis locos”. Si me hubieran dado un euro por cada vez que lo he oído, me habría salido gratis la inscripción y me habría comprado unas zapas nuevas…


En el sitio acordado y a la hora prevista me encuentro con Óscar y Fernando y nos vamos para Navacerrada. Gracias a que hemos subido pronto aparcamos rápido y nos vamos a la zona de salida, donde nos dedicamos a ver los puestos que hay alrededor mientras Fernando no deja de sacar fotos a todo lo que se mueve.




[caption id="attachment_1426" align="aligncenter" width="300"]Con @69vagamundos antes de la salida Con @69vagamundos antes de la salida[/caption]

En ese momento me llama Antonio. Sí, ya estamos en Navacerrada, vente a la zona de la salida. A los 10 minutos le veo bajo el arco de salida/llegada junto con su mujer Ángela y su chiguagua hiperactiva “Carrie”. Poco a poco empiezan a venir otros “llevameprontos”. Aparecen Pedro y Abel. Joder, que alegría da encontrarse a la gente con la que llevas tanto tiempo preparándote para este momento.


Después de la charla técnica, acompaño a Antonio a su hotel a recoger sus cosas y aprovechamos para tomarnos un plato de pasta antes de la salida (gracias Antonio!). Unas fotos y nos vamos para el polideportivo a dejar la bolsa con material de repuesto que llevarán a Rascafría. Allí me encuentro dejando sus cosas a Carlos, Lesmes y Javi “Alameitor”, que habían decidido subir más tarde para arañar unas horas más de descanso. Les digo que los demás están en la zona de salida y que allí les veo luego.




[caption id="attachment_1510" align="aligncenter" width="300"]Cogiendo fuerzas con Antonio en el hotel Cogiendo fuerzas con Antonio en el hotel[/caption]

Dejamos nuestras cosas y nos acercamos a la salida, donde ya estamos todos: Óscar, Fernando, Pedro, Antonio, Abel, Carlos, Alameitor, Lesmes, Raúl y yo. Nos acompañan también para darnos los últimos ánimos Ángela, Rosa, (la mujer de Fernando) y sus hijos, Alex y Fernando. Ya solo queda terminar de prepararse y esperar a que llegue la hora de la salida. Una última foto para la posteridad del grupo ya preparado y a las 22.45 decidimos acercarnos al control de material y entrar en el cajón de salida.




[caption id="attachment_1517" align="aligncenter" width="300"]El grupo del GTP al completo El grupo del GTP al completo[/caption]

El ambientazo es increíble. El speaker animando y entrevistando a algunos corredores, la música a tope, los nervios de saber que quedan pocos minutos para que comience el desafío… las más de 400 personas que nos encontramos apiñadas en la salida estamos como motos. Saco los bastones y me coloco el frontal. Venga, preparado.


23.00 horas. Se da la salida y salimos trotando tranquilamente por las calles de Navacerrada. Las aceras de las calles están abarrotadas de gente animando. Agarro los bastones con una mano y voy chocando la mano libre con la gente. Increíble cómo se vuelcan con esta carrera. Llegamos a las afueras del pueblo y entramos en una pista de tierra que nos sube hasta La Barranca. Dejamos de trotar, queda toda la carrera por delante y hay que reservar todas las energías posibles.


En ese momento vamos Antonio y yo juntos, separados de los demás del grupo. Por delante, aunque no les veo, va un primer grupo con Óscar, Fernando, Lesmes, Pedro y Raúl. Estoy pensando que por detrás deben estar los demás, sospechas que se confirman cuando oigo un “¡coño, unos de llévamepronto!”. Son Carlos, Abel y Alameitor que nos siguen.


Rápidamente llegamos al parking de La Barranca y cogemos la senda que nos va a llevar hacia la cima de La Maliciosa. El camino se estrecha en muchos puntos y se cruzan varios arroyos, lo que hace que se formen pequeños atascos que nos obligan a parar. Aprovecho para echar un vistazo para atrás y ver la serpiente blanca que forman la hilera de frontales que me siguen. La estampa merece una buena foto. Qué pena no poder parar tranquilamente y hacerla, pienso. La imagen que se ve hacia arriba de la serpiente escalando la montaña, ahora roja, no es menos espectacular.


Durante la subida llevo delante a Carlos, subiendo tranquilamente sin bastones (con un par) y abstraído de todo lo que le rodea escuchando música con sus auriculares. Detrás llevo a Alameitor quien afronta su primera subida a La Maliciosa y que empieza a jurar en arameo y otras lenguas muertas cuando ve delante la subida que nos espera. Vamos subiendo despacio, ya que se forman tapones de gente en las zonas más complicadas de la subida y porque vamos con el chip de ahorro de energía. Voy vigilando el pulsómetro y veo que no paso de 120 pulsaciones. Bien, hay que dosificar. He perdido de vista a Antonio y a Abel, realmente no sé si los llevamos por delante o por detrás. Supongo que una vez que lleguemos a la cima nos reagruparemos todos.




[caption id="attachment_1511" align="aligncenter" width="300"]Subida a La Maliciosa Subida a La Maliciosa[/caption]

No me equivoco. Cuando llegamos arriba veo a Óscar, que al vernos grita un “ya estamos todos!” y empezamos a afrontar el primer tramo de bajada. Voy con mil ojos, es un tramo con mucha inclinación, muy técnico, con muchas piedras sueltas y arenilla, que al mínimo fallo te tiran al suelo. Me propongo un solo objetivo: no caerme. Las dos últimas bajadas que he hecho por aquí he terminado con mi culo en el suelo y esta vez quiero que no sea así. Le doy más caña al frontal y me concentro en cada pisada. No te embales, que en cuanto se coge velocidad aparecen los resbalones y uno se confía más de la cuenta. Llevo delante a Fernando y a Pedro. Los demás creo que van detrás. En ese momento oigo que alguien de atrás resbala y se cae. Joder, es Óscar. Le veo rodar en una caída un poco fea y temo que se haya hecho daño. Por suerte se levanta y dice que está bien. Lleva el frontal escaso de batería y no ve bien la bajada. Seguimos y al momento Fernando también resbala, haciéndose una pequeña herida en la muñeca. Joder con la bajadita.


Por fin llegamos al final de este primer tramo de bajada, a lo que creo que se llama el Collado de las Vacas. Hacemos una pequeña parada para que Óscar pueda cambiar las pilas de su frontal y continuamos. Nos espera por delante una bajada constante, mucho más suave aunque con algún que otro tramo más técnico de piedras, de unos 7 u 8 kms. a través de pinares, que nos llevará hasta Cantocochino y el primer avituallamiento.


Durante la bajada voy reservón, ya que otras ocasiones que en las que he hecho este tramo se me cargaron bastante los cuádriceps y no quería empezar a tener problemas musculares tan pronto, y además sigue habiendo muchos corredores en este tramo que nos impiden ir más rápido. Total que al rato llego sin más incidencias al primer avituallamiento con Carlos, Pedro y Fernando. A los pocos minutos aparecen los demás.


Me quito la arena de las zapas, relleno botellas y me pongo a engullir todo lo que puedo…joder, no pensaba que tuviera tanto hambre. No nos entretenemos mucho más y nos preparamos para salir. Le echo un vistazo rápido al papel donde llevo las horas de paso y veo con sorpresa que vamos a ritmo de ¡30 horas!, cerca del tiempo límite carrera. Nos ponemos en marcha y lo comento con el grupo. Alguien dice que no puede ser, que tiene que haber un error…¡no hemos ido tan despacio!


Encaramos la subida al Collado de la Dehesilla, tramo que subo con buenas sensaciones y que se me hizo muy llevadero. Llevo delante a Pedro, Fernando, Carlos y Raúl. Me sigue de cerca Antonio. Los demás no sé si andan mucho más retrasados. Llegamos a la cima, pasamos puesto de control y ayudo a Antonio a cambiar las pilas de su frontal que ya empiezan a agotarse. No vemos llegar a los demás, por lo que decidimos encarar la bajada hacia la Hoya de San Blas y esperarles en el avituallamiento.


La bajada la hacemos casi todo el tiempo andando, ya que discurre por una senda estrecha y que está casi oculta por toda la vegetación que ha salido con las lluvias. Joder, no sé que tienen esas plantas, pero me escuecen las piernas cosa mala. Ya casi terminando la bajada, salimos a una pista y decidimos trotar un poco. Me dejo caer cuesta abajo por el camino, sin forzar, vigilando las pulsaciones porque no quiero hacer esfuerzos innecesarios. No pasan de 130, bien. Dejo al grupo unos metros atrás y alcanzo a un corredor que iba en solitario. Nos ponemos a hablar y a contarnos nuestra vida. Me dice que es su tercer intento de acabar el GTP, que en los dos anteriores tuvo que retirarse. Me acojona un poco…un tío que parece salido del anuncio de Salomon me dice que lleva dos intentos fallidos y yo que llevo haciendo trail running desde antes de ayer queriendo acabarla a la primera… venga, no pienses eso y tira p´alante…


A los pocos minutos llegamos al avituallamiento de la Hoya de San Blas entre ánimos y aplausos de los voluntarios (un 10 para ellos). Llevamos unos 27 kms. Rápidamente me ofrecen de beber y me acercan una silla. Enseguida llegan Lesmes, Pedro, Raúl, Carlos y Fernando. Les sigue muy de cerca Antonio. Reponemos algo de fuerzas y nos preparamos para salir. En ese momento aparece Óscar sofocado, ya que había apretado el paso en ese último tramo. Antes de salir decido mirar el cuadro de tiempos. No puede ser…¡¡estamos a 15 minutos del tiempo de corte y de que nos descalifiquen!! Joder, tenemos que salir echando leches porque corremos el riesgo de no llegar a tiempo al avituallamiento de La Morcuera. Por delante tenemos otros 13 kms, casi todo de subida y hacer demasiado esfuerzo ahora nos puede pasar factura.


Salimos andando a buen ritmo, no entendemos muy bien cómo podemos ir tan pillados de tiempo, pero desde luego no nos vamos a rendir todavía. El cielo empieza a tener un leve resplandor azul…en breve va a amanecer…la noche se me ha pasado muy rápido, pero ya tenemos ganas de quitarnos los frontales de la cabeza. Durante la subida a La Morcuera trotamos un poco en los llanos y es en este momento cuando la rodilla empieza a avisarme. Cuando dejo de correr no me duele y rezo porque el dolor no vaya a más y me deje terminar la carrera. Se nos hace de día antes de hacer cumbre en La Morcuera. Son las 9 de la mañana, 10 horas y 40 kms después de la salida hemos llegado al tercer avituallamiento. Reponemos fuerzas y pregunto a un voluntario cómo vamos de tiempo. Tenemos 30 minutos de margen hasta el corte, si salimos ya, llegaremos sin problema al siguiente punto en Rascafría.


Por delante salen Pedro y Raúl. En un segundo grupo salimos enseguida Fernando, Carlos, Lesmes y yo. El camino hasta Rascafría es un descenso constante por una pista amplia que nos permite correr a buen ritmo sin esfuerzo. Nada más empezar a correr me empieza a molestar la rodilla y lo comento. A Carlos le pasa lo mismo que a mí, por lo que Lesmes nos ofrece Reflex para que nos lo echemos en las rodillas. Seguimos corriendo y a los pocos minutos alcanzamos a Pedro y Raúl que también bajan al trote. Seguimos tirando Fernando, Lesmes y yo y dejamos atrás a los demás. La molestia de la rodilla cada vez va a más, pero intento no pensar en ello, ya que hemos cogido un buen ritmo de 4.45-5.00 min/km que nos está alejando del tiempo de corte.


Pasados unos 5 ó 6 kms el dolor de la rodilla empieza a ser insoportable y tengo que parar. Me da mucha rabia, ya que no me siento cansado para correr, pero la rodilla ha dicho basta. Les digo que sigan corriendo, pero Lesmes decide parar porque también tiene algunas molestias y prefiere andar un poco. Fernando tira y nos dice que nos espera en el avituallamiento. Lesmes y yo vamos alternando momentos andando y corriendo, hasta llegar al Puente del Perdón, donde un voluntario nos dice que el avituallamiento está a 15 minutos. Ya casi hemos llegado a la mitad de la carrera. Vamos por una pista asfaltada y totalmente llana y me animo a trotar un poco, ya que estamos deseando llegar al avituallamiento, pero no aguanto ni 30 segundos corriendo…sé que a partir de ahora tendré que hacer el resto la carrera andando y me pregunto si podré hacerlo dentro del tiempo límite de 30 horas.


Con mi GPS marcando 55 kms llegamos al Polideportivo de Rascafría y recogemos las bolsas con el material de recambio. Pregunto a uno de los voluntarios cómo vamos de tiempo y me dice que llevamos una hora de margen respecto del corte. Ya no vamos tan pillados de tiempo aunque no nos podemos despistar, ya que nos queda uno de los tramos más duros: las subidas al puerto del Reventón y a Peñalara. Enseguida veo a Fernando tirado en el suelo de la pista. Nosotros hacemos lo mismo. Aprovecho para cambiarme los calcetines y echarme vaselina en los pies. No tengo ampollas, pero siento un gran alivio con los calcetines nuevos. Me acerco a llenar los botes de agua, como algo sentado en el suelo y trato de descansar un poco.


A los pocos minutos llegan Pedro y Raúl, quienes cogen sitio al lado nuestro. Les decimos que nosotros vamos a salir ya, pero ellos todavía se quedan un poco más. En ese momento veo entrar a Antonio en el polideportivo. Le pregunto que cómo va y le digo que nosotros ya salimos, pero él lógicamente se queda y saldrá en un rato.


A la salida hablamos otra vez con los voluntarios para preguntarles por el tramo que tenemos delante. Nos indican la hora de cierre de los avituallamientos y nos aseguran que si salimos ya, andando llegamos sin problema al Reventón. Sin más dilación Lesmes, Fernando y yo comenzamos el ascenso. En ese momento me suena el teléfono. Es Álvaro, que llama para dar ánimos y preguntar cómo lo llevamos todos los del grupo. Animado por su llamada continuamos con la subida. Fernando saca su móvil, pone música para entretenernos y se coloca delante a tirar. En las subidas mis rodillas no se quejan y no me siento cansado, por lo que puedo seguir el fuerte ritmo que impone Fernando, que a golpe de bastón empieza a dar cuenta de todos los corredores que se nos ponen a tiro.


Durante la subida la batería de mi GPS se muere cuando marcaba 61 kms y algo más de 12 horas de carrera. Nos sentimos con fuerzas y animados después del avituallamiento y empezamos a hacer cuentas…si llevamos 12 horas y 61 kms, a este ritmo llegamos a Navacerrada antes incluso de las 24 horas que calculábamos…Qué ilusos, aún no sabíamos lo que nos esperaba delante…




[caption id="attachment_1509" align="aligncenter" width="300"]Subiendo al control del Reventón Subiendo al control del Reventón[/caption]

Llegamos al avituallamiento del Reventón, estamos contentos porque hemos hecho una buena subida, sin sufrir mucho y pensamos que tenemos casi hecho uno de los tramos que más temíamos. Reponemos líquidos y comemos algo. En ese momento Lesmes grita: ¡chicos, mirad quien viene! Para nuestra sorpresa aparece Carlos, que viene solo. ¡Qué tío! No había llegado a Rascafría cuando nosotros salimos y aún así consiguió alcanzarnos. Esperamos a que beba y coma algo y salimos, ahora cuatro, camino de Peñalara.


En el siguiente control, que estaba a unos 300 metros del avituallamiento, nos dicen los voluntarios que nos quedan unos 6 kms para Peñalara. Ahora el camino alterna subidas y pequeñas bajadas. El camino no tiene dificultad alguna, pero en cuanto el camino desciende, por leve que sea la pendiente, me aparece un dolor en las dos piernas desde el empeine hasta la rodilla que me obliga a bajar el ritmo y cargar todo el peso en los bastones. Pienso que la bajada de Peñalara se me va a hacer muy dura.


Vamos adelantados Fernando y yo. Nos siguen Lesmes y Carlos. A lo lejos empezamos vemos un nevero y encima un pico alto. Pensamos que eso será Peñalara. Cuando llegamos a la falta del pico nos paramos a pisar el nevero. En seguida llegan Carlos y Lesmes y nos ponemos a hacer unas fotos. No tardan en aparecer Pedro y Raúl y los seis empezamos a ascender. Para nuestra sorpresa, el camino nos lleva hasta lo alto del pico, formado por grandes rocas, algunas sueltas, lo que nos obliga a ir con mil ojos, ya que una caída aquí puede ser fatal. Un voluntario nos dice que guardemos los bastones, que en este tramo no nos sirven de nada y que usemos las manos. Le pregunto que dónde estamos y me dice que en la Cresta de Claveles. Joder, pensaba que la carrera la rodeaba y no nos harían subir… voy bastante lento, en parte por el miedo a caerme y en parte porque con 70 kms en las piernas es complicado ir sorteando todos esos bloques de piedra, algunos de los cuales, para añadir más emoción al tema, se movían.




[caption id="attachment_1432" align="aligncenter" width="225"]Subiendo a Peñalara Subiendo a Peñalara[/caption]

Terminamos de pasar este tramo y continuamos pensando que habíamos pasado lo más complicado. Seguimos ascendiendo y en ese momento se planta ante nuestros ojos una pared altísima de piedra. Es Peñalara. ¿Tenemos que subir por ahí?? Lo pregunto, aunque ya sé la respuesta cuando veo a otros corredores a lo largo de la subida. Carlos suelta un “esto es una broma, ¿no?” Estamos todos alucinando con la subida que nos espera.


Para mi sorpresa la subida no se me hace demasiado dura, supongo porque las rodillas en las subidas no me molestan, y al rato conseguimos llegar a la cumbre de Peñalara, el pico más alto de todos los de la carrera, más de 2.400 metros. Allí paramos a hacernos unas fotos, a beber y a descansar, puesto que la bajada que nos esperaba era bastante complicada.


Al rato nos ponemos en marcha y encaramos el primer tramo de bajada, bastante técnico, con mucha inclinación y mucha piedra suelta. Me vuelven los dolores en ambas piernas, desde el empeine hasta la rodilla, por lo que llevo un ritmo muy lento. En este momento me pasa Carlos, también con dolores pero con mejor ritmo que yo, y llegamos a una zona de unos toboganes de arena que bajan en zigzag, con piedras que forman escalones en algunas zonas y obligan a saltar. Esta zona me termina de rematar, tengo que ir haciendo constantes paradas porque el dolor no me deja seguir. En una de mis paradas oigo el ruido de resbalones en la arena y de piedras rodando y pienso que alguien se ha caído, pero con la boca abierta veo bajar a Raúl cual cabra montesa, de piedra en piedra, a una velocidad increíble. Es que me gustan estas bajadas, me dice cuando me pasa el hombre de los tobillos de titanio.


Por fin termina la bajada y me alcanzan Lesmes y Pedro. Lesmes decide ponerse a correr hasta La Granja, ya que está allí su mujer esperando desde hace rato y vamos con mucho retraso. Pedro me comenta que Fernando viene detrás, que está teniendo problemas con la bajada, y decide ponerse a trotar a la caza de los que van delante. Yo casi no puedo andar, la bajada de Peñalara ha terminado de machacarme las piernas, así que no se me pasa por la cabeza ponerme a correr y pienso que no sé cómo voy a llegar a La Granja.


Al rato veo en un pequeño arroyo a Raúl metiendo los pies en el agua. Normal, después de esa bajada ha debido derretir las zapatillas…aunque me parece tentador hacer lo mismo decido seguir para no perder tiempo, ya que voy a un ritmo bastante lento. Al poco tiempo me da alcance Raúl y se pone a andar conmigo. Le digo que tire, que yo voy mal, así que continúa después de darme un ibuprofeno para el dolor.


Me quedo solo pensando que se me va a hacer eterna la llegada a La Granja, el camino es una constante sucesión de rampas de bajada que martirizan mis piernas. En esto oigo un grito y veo a Fernando que se acerca a mí. Viene sin agua, así que vio la luz cuando me dio alcance. Le digo que siga, que yo llevo un ritmo muy lento, pero dice que sigue conmigo porque él tampoco va bien de piernas después de la bajada de Peñalara.


Después de lo que me pareció una eternidad comenzamos a ver La Granja y nos empezamos a cruzar con gente que nos da ánimos. Fernando se me adelanta en estos metros finales y llego a perderle de vista en la entrada al pueblo. Un señor se para y me pregunta que de dónde ha salido la carrera. Se lo cuento y suelta un joder!, me desea suerte y me dice que tengo ya cerca el avituallamiento. En efecto ya veo un tumulto de gente y una pancarta…leche, sin son las llevamepronto girls que están esperándonos!


Casi sin dejarme saludar a las chicas se me acerca un voluntario que me pregunta que si me encuentro mareado y que si estoy bien. Le digo que sí, solo cansado y rápidamente me sienta y me dice que beba y coma. Fernando ya está sentado y veo que enfrente están debajo de la sombra de un árbol Lesmes, Carlos y Pedro, que ya llevan un rato aquí esperando. Raúl ha salido hace un rato.


Como y bebo todo lo que puedo y me dejo caer a la sombra junto a los demás. Aprovecho para mandar un mensaje a mi mujer y le digo que nos quedan 30 kms y que no estamos ni de coña en Navacerrada a la hora prevista. Llamo también a mis padres para decirles que no vayan a la meta que llegaremos muy tarde. Las chicas nos informan de los demás del grupo: Óscar y Javi están bajando de Peñalara y Abel y Antonio también vienen de camino.




[caption id="attachment_1514" align="aligncenter" width="300"]Preparados para salir de La Granja Preparados para salir de La Granja[/caption]

Tras convencer entre todos a Lesmes para que no se retirara de la carrera y hacernos las fotos de rigor con la pancarta que habían llevado para animarnos, decidimos ponernos en marcha y afrontar los últimos 30 kms. Los vamos a hacer aunque sea andando, pero vamos a llegar hasta el final. Este primer tramo, desde La Granja hasta la Casa de la Pesca, discurre al margen del río, en el cual en un momento dado decidimos meternos hasta casi la cintura para relajar nuestros músculos. La distancia hasta el siguiente avituallamiento en la Casa de la Pesca era de unos 10 kms, pero entre los dolores y que lo hicimos andando, se me hizo eterno y al cabo de unas 2 horas aproximadamente llegamos casi arrastras al avituallamiento, algunos, como Carlos, incluso descalzos…


Llevamos 90 kms encima. Los voluntarios nos dicen que ya está casi hecho. Solo queda una “pequeña” subida hasta la Fuenfría y enseguida cogemos el camino Schmidt que nos lleva al puerto de Navacerrada, después del cual es todo bajada. La subida no me preocupa, ya que no tengo dolores en las subidas, pero la última bajada es lo que temo…Nos ponemos en marcha, no sin antes rociarnos Fernando y yo de Reflex las piernas. Miro el móvil y veo un mensaje de mi mujer, dándome ánimos y diciendo que no me preocupe de la hora que me espera lo que haga falta. La llamo para decirla que nos quedan 20 kms y me cuenta que hay un ambientazo tremendo en el pueblo, me da muchos ánimos y no puedo evitar emocionarme.


La conversación con mi mujer me da una inyección de moral, por lo que me siento pletórico de fuerzas, a lo que también ha contribuido el descanso en el avituallamiento. Les grito a los demás un “¡vamos chicos que nos están esperando!” y me pongo a tirar del grupo, ya que vamos en subida y los dolores de las piernas me dan una tregua.


Vamos subiendo hacia la Fuenfría, ya casi en penumbra con los frontales colocados, pero sin encender, aprovechando la escasa luz que todavía queda, por una pendiente que de momento nos resulta cómoda. Al poco tiempo nos encontramos con que el recorrido llega a una fuerte pendiente de la que no se ve el final. Encendemos frontales y empezamos a subir. Nada, que no se termina esta subida. Voy delante del grupo y oigo a los demás acordándose de los organizadores de la prueba por meternos esta subida. Cuando ya llevamos un rato tirando de bastones, intentando no caernos rodando pendiente abajo, veo que el camino deja de subir y alcanzamos un llano. ¡Venga, que esto se ha acabado! Les grito para darles ánimos. Avanzo unos metros y… ¡joder, esto sigue subiendo y no veo donde acaba! Me acuerdo en ese momento de las palabras de Felipe, el director de carrera, en la charla técnica, cuando nos habló un tramo, antes de llegar al puerto de Navacerrada, que se hacía eterno…sí, debíamos estar en el “arrastradero”, una ascensión de medio kilómetro vertical por una pista de 2 kms de longitud que parece no acabarse nunca…


Por fin, cuando ya empezaba a agobiarme de no ver el final de la subida, alcanzo a ver unas luces y oigo unos gritos de ánimo. Ahora sí que se acaba la subida, hemos llegado al control de la Fuenfría. Aprovecho para sentarme y beber algo mientras los demás terminan de pasar el control.


De nuevo nos ponemos en marcha y enlazamos con un tramo del camino Schmidt, que nos lleva directo al puerto de Navacerrada. Nos quedan unos 5 kms. hasta el siguiente avituallamiento a través de suaves “sube y bajas” que en condiciones normales no supondrían un gran esfuerzo para cualquier llevamepronto que se precie, pero en mi situación, un leve descenso ya es un suplicio para mis piernas. Nos va guiando Pedro, que conoce bien esta zona y los demás le seguimos sin rechistar. Fernando y Lesmes van muy callados y pienso que deben estar ya bastante fastidiados. No me equivoco, a los pocos minutos Lesmes grita para que paremos. Necesita tomarse un gel porque si no, dijo algo así como que se iba a caer por el barranco…Nos ponemos en marcha de nuevo y a los 5 minutos Lesmes ya está en cabeza charlando con Pedro. Está recuperado. Carlos, Fernando y yo les seguimos en silencio hasta que por fin llegamos al puerto de Navacerrada. Pasamos el control y nos dicen que el avituallamiento está bajando 50 metros…no, más bajadas no…como puedo llego y me tiro en una silla.


Engullo todo lo que puedo, parece mentira el hambre que me entra, y me preparo para afrontar los últimos 10 kms de bajada hasta el pueblo de Navacerrada y que estoy temiendo más que a un nublado. Pedro nos sigue guiando en este tramo final que se conoce perfectamente. Subimos por una pequeña pendiente y encaramos la bajada hacia Navacerrada por el “camino de la tubería”. El primer tramo de este camino tiene bastante inclinación y, para rematar, está lleno de piedras sueltas y arena que te hacen resbalar a la mínima. El dolor vuelve a mis piernas y me pongo a bajar de lado en un intento de hacerlo más soportable. A lo lejos veo las luces del pueblo y me parece que están a una eternidad de nuestra posición. Este tramo está siendo un infierno para mí, es tal el dolor que siento que en varias ocasiones tengo que parar obligando al grupo a hacer lo mismo. Siento que voy ralentizando a los demás, por lo que decido quedarme un poco atrás e ir haciendo pequeñas paradas para aliviar el dolor. En ese momento pienso con tristeza que la carrera ha podido conmigo, que a lo mejor no estoy hecho para la ultradistancia, estoy sufriendo demasiado y que las ultras se han acabado para mí…una y no más…


Llegamos después de un rato a los pinares de La Barranca, ahora el camino tiene menos pendiente y ya no hay piedra suelta, con lo que se me hace un poco más llevadero. Veo que el grupo se aleja y yo intento apretar el paso todo lo que puedo. Me encuentro con Lesmes que se ha quedado atrás esperándome. Me anima y me dice que ya no nos queda casi nada así que, aligero el paso, aprieto los dientes e intento abstraerme del dolor. Lesmes va dándome conversación para entretenerme, pero yo casi no puedo ni hablar de lo tenso que voy por el dolor. La verdad es que siento rabia de que me fallen las piernas, pienso que no me siento cansado y que en otras circunstancias podría haberme puesto a trotar hasta la meta.


Por fin llegamos a la rotonda de la entrada de Navacerrada. Allí nos están esperando Pedro, Carlos y Fernando para entrar juntos a la meta. Venga, esto ya está hecho. Hago un último esfuerzo y nos internamos por las calles del pueblo. Son casi las 3 de la mañana. Las calles están en silencio. El silencio desaparece en el momento en que encaramos la meta, cuando todos nuestros familiares empiezan a aplaudir y vitorear nuestra llegada. Veo a mi mujer, luego me doy cuenta de que también están mis padres. Si no hubiera estado tan cansado creo que habría soltado alguna lagrimita. Joder, también están Óscar, Alameitor y Raúl esperándonos. ¡Qué grandes! Reto conseguido, a duras penas pero conseguido. Nos agarramos los cinco del grupo y cruzamos la línea que nos vio salir hace 28 horas.




[caption id="attachment_1516" align="aligncenter" width="300"]Llegada a meta Llegada a meta[/caption]

Felipe me cuelga la medalla de Finisher. En ese momento se me olvida todo el sufrimiento pasado, se me agolpan en la cabeza todos los momentos vividos en la carrera y me siento increíblemente unido a todos los del grupo, a los que han ido conmigo en la carrera y a los que no, a los que han llegado antes y a los que están por cruzar la meta, y me doy cuenta de que no he corrido otra carrera, sino que he vivido una experiencia.


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En ese momento pienso que el año que viene me espera un reto: bajar de 28 horas en los 110 kms. del Gran Trail de Peñalara.


@mahb73

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