miércoles, 3 de julio de 2013

El Camino acertado

Siempre me gusta tomar el camino difícil pero ahora los dos me parecen igual de duros. Si continúo me esperan otros treinta kilómetros de sufrimiento con riesgo de lesión grave y si me retiro mi moral va a quedar muy tocada.



Veinte horas antes no hay dudas, todo es alegría, no hay ningún pensamiento negativo en mi cabeza. Estoy en una especie de corral con casi mil corredores que van a emprender el reto de superar el Gran Trail de Peñalara en sus dos distancias de 80 y 110 kilómetros. El speaker empieza la cuenta atrás, subidón de adrenalina. Ya no me acuerdo de la semana difícil que he tenido en el trabajo ni de la siguiente que va a ser peor, ahora solo pienso en superar a la montaña, donde puedo evadirme de todo. Aquí no hay crisis ni estrés ni ninguno de los problemas que nos inventamos para amargarnos la existencia.

Empezamos suave por las calles del pueblo camino de la sierra, el  equipo va agrupado, es la primera vez que pasa. Siempre prometemos ir juntos y en la misma salida el grupo se dispersa. Casi siempre por mi culpa. Se nota que esta carrera es diferente, no queremos separarnos. Me acompañan: Fernando, Raúl, Pedro, Miguel Ángel, Antonio, Javier, Abel, Carlos y Lesmes , el equipo llevamepronto. Hasta hoy no le encontrábamos sentido al nombre pero durante la carrera miraríamos muchas veces al cielo repitiendo esa frase-nombre.

Tras apenas un kilómetro por las calles del pueblo, el camino empieza a endurecerse en dirección a  Maliciosa. Empezamos prudentes, caminando para reservar fuerzas, estas carreras solo las corren desde el principio hasta el final unos pocos corredores de élite y nosotros no somos más que voluntariosos aficionados. En la subida a Maliciosa me encuentro cómodo y con fuerzas, es un recorrido que ya conozco, lo hice este invierno con nieve y lo disfruté mucho, sin embargo veo que no voy tan fino como hace unos meses.

[caption id="attachment_1347" align="alignnone" width="300"]Subida Collado Piornal Foto de Kataverno.com Subida Collado Piornal Foto de Kataverno.com[/caption]

El ascenso a Maliciosa tiene una de las imágenes más bonitas de la carrera, la subida por un estrecho camino en zigzag nos ofrece el espectáculo de una sucesión  de cientos de luces rojas en movimiento jalonando el recorrido hasta  la cumbre. Mirando hacia atrás es el blanco de nuestras linternas el que adorna la montaña como si esta fuera un gigantesco árbol de navidad.

Tras culminar Maliciosa en la bajada las cosas se complican, mi frontal apenas luce y Lesmes se ofrece para ir detrás alumbrándome con el suyo, no me apetece parar a cambiar de pilas y descolgarme del grupo así que, aunque el descenso es complicado, decido continuar así. Es un error, piso mal y me pego de bruces contra una piedra. Ya no queda más remedio que cambiar de pilas. Me duele el pie izquierdo . La bajada es más complicada que la subida y aquí el grupo se separa, atrás quedamos Javier, Lesmes, Abel y yo; el resto van juntos delante.

Una vez bajada Maliciosa comienza un tramo largo por senderos entre pinos en el que, a ratos, podemos correr aunque con mucha precaución por las raíces y la arena suelta. Primer avituallamiento, kilómetro 18, el equipo se reagrupa, tomamos un caldo, rellenamos de agua los depósitos de las mochilas, enviamos un mensaje al grupo de animadores y continuamos. Nuevamente nos dividimos en dos grupos: por delante Carlos, Raúl, Fernando, Antonio, Miguel y Pedro.

Una vez pasada la Pedriza empezamos el ascenso a uno de los cinco picos principales que dibujan el perfil de la prueba: el collado Dehesillas. Esta subida requiere de fuertes apoyos con la puntera y la reciente caída me ha dejado sin fuerza el pié izquierdo por lo que tengo que abordar cada una de las piedras con el pie derecho y cuando no queda más remedio, con el talón del pie izquierdo. Me voy quedando atrás, no puedo seguir el ritmo del resto y quedo solo.

En el descenso del collado decido correr para ganar el tiempo que sé que voy a perder en cada ascenso. Tras unos kilómetros adelanto al segundo grupo y continúo superando corredores-andadores hasta el siguiente avituallamiento donde me encuentro con los del primer grupo, ellos ya han comido y bebido y abandonan el punto de control. Yo me quedo para rellenar el depósito de agua y, sin apenas detenerme, salgo corriendo para alcanzarles, es una decisión arriesgada porque sé que cualquier sobreesfuerzo lo voy a pagar, estoy incumpliendo la norma número uno, cuesta arriba no se corre, solo se anda, pero no me apetece iniciar el ascenso a Morcuera solo, es tarde y necesito conversación para no dormirme. Tras un par de kilómetros me uno al grupo, hay buen camino y la cuesta no es demasiado pronunciada por lo que alternamos correr y andar mientras hablamos de cosas que no tienen nada que ver con la carrera.

Amanece y la belleza del  paisaje, el aire fresco de la mañana,  los juegos de luces y sombras y el canto de los pájaros, rompiendo el monocorde ritmo de las pisadas sobre la arena, me hacen pensar que no puedo estar en un lugar y en un momento mejor que este.

Pero una carrera de larga distancia es un tobogán emocional y a un momento bueno le sigue otro malo, el sueño poco a poco me va venciendo. Mis pasos se acortan y mis compañeros se distancian. Les aviso y me descuelgo del grupo. Por poco tiempo, porque enseguida me alcanzan Javier, Abel y Lesmes. Mi ritmo es muy lento, me duelen pies y tobillos y voy luchando contra el sueño. Vuelvo a quedar solo.

En la bajada a Morcuera me animo un poco, hay muchos excursionistas que nos animan con aplausos y gritos de ¡Valientes! Me duelen los pies pero me estoy recuperando, la pastilla de sales que tomé hace un rato parece haber surtido efecto, las gominolas de fruta concentrada que nos ha regalado Sagrario también ayudan. Como el camino es bueno y cuesta abajo, decido correr, adelanto a muchos corredores, veo a Javier, le adelanto porque no quiero perder este buen momento, que sé que no durará mucho, y le aviso de que le espero más adelante. Llevo un rato escuchando el agua de un río y voy con la idea de meter los pies en él cuando lo vea. En un puente que cruza el camino bajo al rio, me descalzo y meto los pies, el agua está helada pero los pies lo agradecen. Tengo mucho cuidado de secarme los pies para evitar ampollas, el pañuelo tubular que llevo en la muñeca  sirve para todo. Espero a Javier que también se refresca. No recuerdo haberle avisado de la importancia de secarse los pies y más tarde tendré mala conciencia por no hacerlo. Continuamos camino juntos. Me extraño al ver que no me duele nada, hago un repaso mental porque no me lo creo, pies, tobillos, gemelos , rodillas… todo en orden.  Esto es así, lo mismo te estás muriendo que te sorprendes de no sufrir.

Javier es una buena compañía para correr, a veces habla y a veces calla, no fuerza la conversación y respeta los momentos de silencio.  A veces andamos y a veces corremos, a veces se encuentra sin fuerzas y otras veces se recupera. La diferencia es que él tiene ampollas en los pies y rápidamente toma la decisión de retirarse en el kilómetro 80, podría hacerlo antes y dejar de sufrir durante más de 40 kilómetros pero creo que sabe que su mujer le espera en La Granja y prefiere aguantar.

Hasta Rascafría el camino es bueno lo que nos permite alternar entre correr y andar. En el polideportivo de Rascafría nos esperan las bolsas con lo que hemos entregado a la organización. En mi caso llevo unas zapatillas de repuesto que no uso, sandwiches y barritas energéticas, una toalla, calcetines de repuesto y unas gafas de sol que no necesitaba por la noche. Javier va a curarse las heridas y yo aprovecho para cargar el móvil, meter los pies en agua y comer y beber un poco. También tengo oportunidad de leer los mensajes del teléfono, algunos son emocionantes y todos me sirven de estímulo. Por el camino los pitidos del teléfono me recordaban que amigos y familiares están pendientes de nosotros. Veo también los mensajes de mis compañeros y no puedo creer que vayan tan rápido.

El pabellón parece un campo de refugiados, la mayoría de los que están en él están esperando al autobús que les devolverá a Navacerrada. Los voluntarios nos indican que no tiene mucho sentido continuar, estamos muy cerca del horario de corte y posiblemente no lleguemos al siguiente punto de control antes que los “escobas”. Decidimos continuar, yo aún creo que puedo terminar la carrera y Javier tiene su objetivo claro: La Granja.

Salimos los últimos del pabellón, detrás de nosotros no queda ningún corredor, aunque hace calor y vamos cuesta arriba el camino es bueno. Me pongo a rezar, siempre me sirve para evadirme de la realidad, y la ayuda divina también viene bien. Concentrado, sin pensar en nada voy incrementando el ritmo y adelantando corredores, sé que esto les va a hundir psicológicamente pero a mí me anima, esto es poco caritativo pero qué vamos a hacerle. Me olvido de Javier, mejor dicho, quiero pensar que sigue mi ritmo y no quiero mirar atrás para evitar la tentación de esperarle. El se va a retirar y yo quiero coger a los de delante, no quiero estar solo cuando llegue la noche.

Llego al puerto del Reventón y veo a Abel a lo lejos, me dice que nos vemos más adelante. Avituallamiento rápido y salgo a por él, en el alto del mismo nombre tengo una visión de varios kilómetros y no le veo ¡Pero, a qué ritmo va, no creo ir tan lento! Inicio el descenso y comienzan los dolores, hasta aquí todo era cuesta arriba y las rodillas no sufren tanto. Veo neveros pero están todos lejos del camino y no quiero hacer un metro de más. Por fin paso cerca de uno, me descalzo, meto los pies entre gritos y masajeo piernas y rodillas con la nieve. Aquí veo a un grupo de corredores a los que había adelantado antes  y detrás de ellos Javier. Les espero. Continuamos juntos, a veces tira uno y a veces tira otro pero las fuerzas van justas.

Ya estamos viendo Peñalara, subimos casi arrastrando los pies, llegamos al pie de la cresta de los claveles y no nos creemos que tengamos que subir por ahí, es imposible en nuestro estado pero como dice el gran corredor Scott Jurek  ¡A veces tienes que hacerlo y punto! Pliego los bastones para tener las manos libres y empiezo el ascenso, hay que ayudarse de las manos, en el fondo casi es un alivio, todo lo que hagan los brazos es un descanso para las piernas. A mitad del ascenso oímos unos gritos, son unos corredores de camiseta verde, “los escobas”, que marcan los tiempos de descalificación por exceder el tiempo permitido. Como pensamos que si nos superan estamos automáticamente descalificados empezamos a subir más rápido y aunque en este momento veo claramente que va a ser muy difícil terminar, la situación me resulta divertida. Vamos a jugar un rato, a ver lo que tardan en alcanzarnos. Culminamos el peligroso paso de los claveles e iniciamos el descenso. Las rodillas vuelven a protestar, puedo dibujar mentalmente la forma que tiene el dolor, es un arco con forma de sonrisa en la parte inferior de la rodilla. El terreno es duro, piedra suelta deslizante, si  no me dolieran las rodillas iría saltando de piedra en piedra pero tengo que apoyarme en los bastones como si fueran muletas, apoyo todo el peso en el bastón y la pierna toca el suelo sin fuerza, cada paso es pensado y medido. Detrás de mí van Javier y otros tres o cuatro corredores, les invito a adelantarme y me dicen que no pueden. Carrera de tortugas.

[caption id="attachment_1350" align="alignnone" width="300"]Que nos pillan los "escobas" Que nos pillan los "escobas". Foto de Rocío.[/caption]

Al final de este pronunciado descenso llegamos a un chozo detrás del cual hay un arroyo. Nuevamente enfrío las zonas doloridas y lleno la bolsa de agua. Miramos hacia atrás y vemos a los “escobas” ¡Nos han cazado! Nos dicen que si llegamos antes de las 20.00 h. entramos dentro de plazo pero que andando no llegaremos a tiempo, es preciso correr. Como el camino es menos pronunciado empezamos a correr, corremos y andamos, nos adelantamos unos a otros continuamente y al cabo de un rato decido caminar porque no puedo más. Estamos a menos de cinco kilómetros de La Granja y la retirada ya es inevitable, decido unirme a los “escobas” y sacarle partido a la situación, son corredores experimentados y me van dando consejos, hablamos de las grandes carreras, del Ultra Trail del Mont Blanc que me gustaría correr algún día, disfruto mucho con su conversación pero a su lado me siento un corredor pequeñito. Ellos hablando de sus grandes carreras y yo apenas puedo caminar. Tengo el orgullo herido y quiero acabar con dignidad, reúno todas mis fuerzas e intento olvidar el dolor, quiero que me vean correr. Poco a poco me distancio de ellos y alcanzo a Javier.

Tras más de veinte horas de esfuerzo y 80 kilómetros de subidas y bajadas, entramos juntos en las calles de La Granja y lo hacemos corriendo. Al fondo veo a las chicas que han venido a animarnos; mi mujer, Eva; Marta, la de Javier; Rocío de Lesmes y Alba de Carlos. El corazón se me dispara y me tengo que contener para no emocionarme. Nos tienen preparada una pancarta y nos gritan yo que sé qué pero que suena muy bien. Besos y abrazos. Viendo su entusiasmo el dolor del abandono se me hace más llevadero, aunque siempre me quedará la duda de si tomé el camino acertado.

[caption id="attachment_1351" align="alignnone" width="199"]Orgullo, decepción y cansancio. Orgullo, decepción y cansancio.          Foto de Rocío[/caption]

Julio de 2013


Oscar Fernández


@osfernand

7 comentarios:

  1. Oscar, no coincidimos en ningún tramo de la carrera, creo, pero el año pasado, me pasó como a ti y aquí lo conté http://www.cualquierapuedehacerlo.es/no-abandone-en-el-kilometro-80-cronica-del-gtp-2012/
    Abandonar es una opción que hay que elegir y casi siempre se acierta.
    Esta año que he conseguido terminar y he visto cómo era el trazado que me quedaba, prefiero no pensar en qué hubiera pasado si hubiese decidido continuar el año pasado. Uf!
    80 kms son un ultra. Lo son. Así que te pegaste un ultra en todas condiciones y el año que viene, como yo éste, vendrás con ganas de venganza y terminarla.
    Muchas felicidades!!

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  2. Ahora que lo pienso, ¿no nos presentó Rodrigo Arcos antes de salir?

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  3. Pues sí, Pepe. Aunque ahora no te pongo cara, recuerdo que Rodrigo me presentó a varias personas en la salida y una de ellas debiste ser tú. Qué casualidad. Enhorabuena por tu relato, me gusta tu estilo. Además me he sentido muy identificado.

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  4. Yo también con el tuyo, por eso comenté :-).
    El año que viene, lo terminas, pero no cometas los mismos errores, que no te pase como a mí este año :-) http://www.cualquierapuedehacerlo.es/el-ultratrail-es-dios-y-penalara-su-profeta/

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