martes, 12 de junio de 2012

Peligros y amenazas de correr por el monte en verano

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Trailrunning o carrera por montaña es una modalidad de carrera con una particularidad, corres por el monte, qué listo. El monte, que duerme practicamente en invierno, despierta ahora en primavera/verano de una forma tal que, los que corremos todo el año, nos vemos inmersos en una gran jungla de sensaciones, ruidos, peligros...

 

El calor, gran enemigo del corredor, campa a sus anchas. Si unes calor con cuestas salta la chispa del sofoco, la fatiga. El corredor experimenta una bajada de ritmo brutal, todo parece ir más lento.

 

El sudor, parece que se inventó para refrescar, pero de paso escuece los ojos, y hace que todo pique. Te molesta todo. Empiezas a mover sin querer un hombro, a darte un palmetazo en una pantorrilla, a tirar del cuello de la camiseta...

Campo

Los bichos. Bueno, podéis estar pensando en las típicas moscas que nos alegran las tardes de verano con sus paseos de ida y vuelta a nuestro brazo y esas cosas. En el monte, las moscas aman el running y si ven a un corredor, van en bandadas a por él para animarlo y se llevan un buen rato contigo, acompañándote hasta que se aburren. También están esos bichos que se pegan a la camiseta y pican, esos aplastaditos. Luego están esos abejorros de gran tonelaje que como no te quites te tiran. O esos bichitos que no ves y que te pican en tobillos o muñecas y al rato te sale un habón rojo que te dura 3-4 días. Delicioso.

 

Los ruidos. Casi siempre corro con música cuando voy sólo. Pero algún día dejas los cascos y empiezas a alucinar con la banda sonora original que llevas. Tus lentas y agónicas zancadas que de vez en cuando tropiezan y rascan el seco y polvoriento suelo, el jadeo perruno de tu respiración, los grillos, el reboloteo del pajarraco que se despierta de la siesta a tu paso y te da el susto de la muerte, la lagartija que se escurre entre las hierbas, los ladridos de los perros entre las fincas que cruzas, el riachuelo que ya baja tímido, el viento que zarandea las verdes ramas que sueltan partículas que penetran por todos lados y te hacen estornudar, arrascarte los ojos... Y ese viento, que cuando sopla te roba la gorrilla, te obliga a parar, dar media vuelta y retroceder a por la gorrilla que ya no es blanca. La mezcla del sudor con el polvillo la vuelven de camuflaje.

 

Los olores. En esta época es cuando huelen las cosas. En invierno está todo congelado pero ahora todo quiere emitir su olor y conquistar su terreno. Las cacas de vacas, los bichejos muertos, las explotaciones ganaderas, el charco de agua que pisas haciendote el machote y que deja el olor del agua estancada en tus zapas por semanas, ummmmmmmm y tu cuerpo que curiosamente no huele a rosas.

 

El agua. Se acabó, ya no hay agua por ningún lado. Sales a correr un ratito, no coges nada y como aprieta el calor, la boca se seca, y seca y dices, bueno ahí en la fuente de siempre echo un trago. Negativo, en España casi todos los arroyos mueren en verano, no cuentes con agua en el monte. Entonces, toca llevar riñonera o mochila dependiendo de lo larga que hagas la ruta.

 

La vegetación. Recuerdo este camino que era transitable, si, pero en verano no. Y tu, queres un trailrunner vas a pasar, faltaría más. Arañazos en brazos con las zarzas (qué grandes compañeras del trail runner las zarzas), roturas de camiseta y calzonas (con lo que cuestan), golpazo en las espinillas que ese tronco que no ves porque está cubierto con una tierna y bella ramita. Cuanta belleza, estoy abrumado...

 

Todo esto para decir que amo la montaña, que asumo esos riesgos y que ahora en verano sigo corriendo. Algunas recetas como correr por la mañana temprano o cuando cae la tarde, poder crema repelente en brazos y piernas, crema solar, llevar agua con hielo (se calienta más rápido de lo que imaginas). Intenta hacer salidas en zonas altas más frescas. Rutas cubiertas por pinos o robles, ideal, pues quitando las moscas (suelo llevar una rama de helecho para sacudirles), son más frequitas.

 

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